Un vórtice es un flujo turbulento en rotación espiral cuyas trayectorias de corriente son cerradas. Se puede considerar como vórtice cualquier corriente en sentido circular o rotatorio que posee vorticidad. La vorticidad se define como la circulación por unidad de área en un punto de flujo.
En la imagen siguiente se muestra el mapa de la topografía media anual de la superficie isobárica de 500 milibares sobre el hemisferio norte, en donde vemos cómo el vórtice circumpolar se manifiesta muy bien definido. En invierno ésta circulación general del oeste es notablemente más intensa que durante el verano. Además, en invierno, se extiende hasta latitudes tropicales, mientras que en verano sólo alcanza los 35º de latitud. Este modelo de circulación se mantiene a altitudes superiores hasta cerca de la estratosfera, siendo tanto más intenso cuanto mayor sea la altitud.
A altitudes comprendidas entre los 9000 y 15000 metros, es donde se observan las máximas velocidades que en invierno llegan a ser del orden de 500 kms/hora en casos extremos. Estas máximas velocidades se concentran en bandas estrechas, de algunos kilómetros de longitud, conocidas como "corrientes en chorro", aunque se parezcan muy poco a lo que en realidad se entiende por "chorro", habida cuenta que la relación entre su espesor y anchura es del orden de 1 a 100. La corriente en chorro suele distinguirse claramente en los mapas a horas fijas en la topografía de superficie de 300 milibares, pero no así en los mapas climatológicos de valores medios, pues sus situaciones y características son muy variables en el tiempo.
Variaciones del vórtice circumpolar
El vórtice circumpolar está sujeto a una variación cíclica pasando desde una situación parecida a la que nos muestra la figura anterior, hasta otra en que estas ondulaciones se han desarrollado en grandes meandros, hasta tal punto que la circulación a lo largo de los meridianos se hace predominante, siendo frecuente que estos meandros terminen por cerrarse formando depresiones frías a bajas latitudes y anticiclones calientes a latitudes más altas. Tales situaciones se mueven lentamente o permanecen estacionarias; tardan algún tiempo en desaparecer a medida que se restablece la fase inicial de circulación a lo largo de los paralelos, con lo cual se cierra el ciclo.
La duración completa del ciclo varía mucho de un caso a otro, siendo por lo general de 3 a 8 semanas. Los estudios estadísticos llevados a efecto no han mostrado ninguna periodicidad regular en su secuencia, lo que resta importancia a su consideración a la hora de predecir el tiempo.
El vórtice circumpolar experimenta una contracción y expansión estacionales en respuesta a la oscilación cíclica anual, de forma que el eje de la corriente general del oeste, se desplaza unos cuantos grados hacia al ecuador en invierno y hacia el polo en verano. Pero además de esta variación regular, también experimenta otras contracciones y expansiones irregulares. Tanto es así que para cualquier mes del año puede ocurrir que durante cierto período de tiempo el eje de la corriente se presente desplazado hacia el norte o hacia el sur de su posición media.
El vórtice circumpolar y el clima de la Península
En la imagen siguiente se muestran los tres tipos más frecuentes de la variación del vórtice mediante la línea de flujo correspondiente a la región de vientos máximos. La línea continua de trazo grueso corresponde a la fase inicial del ciclo descrito anteriormente, y las otras a dos tipos distintos de la fase final en las que las ondulaciones del flujo se han desarrollado en grandes meandros.
A la circulación correspondiente al primer tipo, con predominio de la componente oeste del viento, se le suele denominar circulación zonal, mientras que las pertenecientes a los otros dos, se las llama circulación meridiana, dado el predominio que en ambos casos tienen las componentes norte y sur respecto al viento.
Cuando tenemos una circulación zonal, los mapas sinópticos de superficie suelen mostrar una sucesión de depresiones y anticiclones de rápida evolución en el lado sur del flujo. Si la localización de este flujo es normal, las depresisones o borrascas sólo afectan al noroeste y norte de la Península. Pero cuando a causa de la expansión del vórtice éste se situa en latitudes más meridionales, ocurre que al menos toda la vertiente atlántica de la Península queda sujeta a la influencia de las borascas que llegan por el oeste, dando lugar a largos periodos de lluvia. Si la contracción del vórtice va acompañada del desplazamiento de las borrascas a latitudes superiores, lo que repercute en el tiempo es un predominio de situación anticiclónica.
En situaciones de circulación meridiana las condiciones del tiempo reinante sobre la Península son bien distintas; prácticamente opuestas de tratarse de uno u otro de los tipos indicados en la imagen anterior. En el caso de que sea el señalado por la línea continua de trazo fino, la presencia de aire polar a niveles altos sobre el Mediterráneo, crea una situación de inestabilidad muy fuerte que juega un papel primordial en la génesis de las perturbaciones más características de dicha región (DANA -Depresión Atmosférica a Niveles Altos-, lo que popularmente se conoce como "gota fría").
Por el contrario, cuando el tipo es el indicado por la línea discontinua, el desplazamiento hacia latitudes más altas del aire subtropical genera una gran estabilidad, siendo las condiciones propicias para el desarrollo de extensos anticiclones estacionarios y la consecuencia de la persistencia del tiempo seco en la Península.
Bibliografía: Climatología de España y Portugal
Inocencio Font Tullot
Editorial: INM
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