Vistas de página en total

viernes, 27 de julio de 2012

Elfos y duendes...eléctricos

En los últimos veinte años ha salido a relucir que, en ocasiones, una familia de misteriosos fenómenos eléctricos se forma en la atmósfera muy por encima de los sistemas tormentosos muy grandes. Como tantos avances de la ciencia, el descubrimiento fué completamente accidental. En el año 1989, John R. Winckler, un profesor de la Universiad de Minnessota estaba probando una cámara de baja iluminación muy sensible para el lanzamiento de un cohete. Al ver la cinta, Winckler advirtió un fotograma que parecía haber captado una gigantesca columna de luz elevándose sobre una nube de tormenta. Se la enseño a un colega, Walt Lyons, que estaba desarrollando un sistema de detección de rayos en la universidad, y ambos llegaron a la conclusión de que no se trataba de un fallo técnico. Parecía alguna clase de descarga eléctrica, hasta entonces desconocida.

En los años siguientes, Lyons se convirtió en una autoridad mundial en la delicada tarea de filmar esos fenómenos eléctricos desde una plataforma de observación en su casa de Colorado. Los científicos estuvieron muchos años sin ponerse de acuerdo en cómo llamarlos, hasta que en 1994 el uso de un profesor del término "duendes" fué aceptado, pues pareció apropiado para esos fenómenos mágicos, fugaces y hermosos que se entendían tan poco. Aparecen tan sólo durante unas décimas de segundo, apenas lo suficiente para poder captarlos a simple vista, y con frecuencia tienen la forma de gigantescas medudas rojas con tonos azulados en sus filamentos.

Iniciándose a una altitud de unos 70 kilómetros, los duendes se elevan hasta 90 ó 95 kilómetros y descienden hasta una altura de entre 25 y 20 kilómetros. Las fotografías sugieren que ni siquiera tocan las nubes que están por debajo de ellos. Tienen lugar sobre enormes sistemas de tormenta y aparecen inmediatamente después de una clase particular de rayo debajo de ellos. Conocidos como rayos nube-tierra positivos, no son los más típicos si se tiene en cuenta que sólo suponen entre el cinco y el diez por ciento de todos los relámpagos. Aunque las "medusas" son las más corrientes, los duendes asumen toda una variedad de formas que les han granjeado nombres como "duendes brócoli", "duendes pulpo" o "duendes Carmen Miranda".

Esquema de la formación de los "duendes"

Hasta el momento los científicos no han alcanzado un acuerdo respecto a que son exactamente, en especial porque tienen lugar en la zona por encima de la troposfera y la estratosfera conocida como Mesosfera, una zona que siempre se había creído eléctricamente inerte.

Tras el descubrimiento casual de Winckler, equipos de investigadores atmosféricos han peregrinado hasta el centro de obsevación de Lyons, que se conoce como la "central de duendes". Con cámaras en tierra así como con otras instaladas en aviones y en la lanzadera especial, los investigadores han identificado dos formas más, al parecer relacionadas, de descargas eléctricas sobre nubes de tormenta. Se han bautizado con nombres tan evocadores como "elfos" y "chorros azules".



Los elfos no son perceptibles a simple vista puesto que duran menos que una milésima de segundo, pero, como los duendes, aparecen al mismo tiempo que los rayos nube-tierra positivos. De no tener una vida tan breve, lo que hace que resulten casi invisibles, probablemente se verían también de color rojo. Adoptando la forma de enormes "donuts" en expansión, los elfos nacen a una altura de entre 95 y 105 kilómetros en la atmósfera y se extienden hasta alcanzar cientos de kilómetros de diámetro.

Los chorros azules son apenas visibles; se trata de eyecciones desde la cúpula de los cumulonimbos, a velocidad de entre 80 y 160 kilómetros por segundo, alcanzado altitudes de 40 kilómetros antes de desvanecerse. Como los elfos, resultan mucho menos frecuentes que los duendes. Aunque no parecen relacionados de forma específica con los rayos nube-tierra, sí se generan sobre tormentas con índices de rayos elevado.

BIBLIOGRAFIA: GUIA DEL OBSERVADOR DE NUBES
Gavin Pretor-Pinney