El estado de la mar, ya sea con mar de fondo o con mar de viento, puede variar considerablemente en función de los obstáculos que ésta encuentre en su camino.
En primer lugar hay que recordar que la mar puede originar por sí misma sus propios obstáculos: Olas cruzadas o viento en sentido contrario a la corriente que, en ausencia de otro tipo de influencia terrestre, desorganizan las olas de superficie y la de la mar de fondo.
De igual modo, el estado de la mar puede variar según sea el perfil del fondo marino. En algunos lugares donde los fondos ascienden bruscamente, las olas se encuentran repetinamente frenadas; en el caso de que se encuentren con una corriente contraria su altura aumenta, lo que hace que se quiebren y se rompan. Así se forman las características rompientes de los fondos altos o bajos (bajíos), muy conocidos por la mala mar que se forman sobre ellos.
En Cantabria tenemos, entre otros muchos ejemplos, una de éstas súbitas elevaciones del fondo marino que forma una especie de meseta rocosa. Se localiza a escasas millas de la Isla de la Virgen del Mar y con ése mismo nombre se le conoce: Cabezo de la Virgen del Mar.
Carta náutica de la aproximación al puerto de Santander. El círculo rojo marca la situación del cabezo próximo a la Isla de la Virgen del Mar. |
Esquema de un "cabezo" |
Las olas de mar de fondo pueden sufrir también grandes deformaciones al llegar a una isla o a una roca. En esos casos podemos observar cómo se producen fenómenos de refracción o de difracción. completamente idénticos a los que pueden experimentar las ondas acusticas y luminosas. El oleaje pasa a cada lado de la isla y vuelve a formarse detrás de ella, y la interferencia de las dos series de olas originadas de este modo frecuentemente hace que se forme una mar confusa, incluso a muy poca distancia de la orilla.
El extremo de una escollera con muros verticales origina una difracción del oleaje de fondo que gira alegremente, mientras que en el plano de agua próximo al espigón se forma una mar picada. Sin embargo la difracción va acompañada de una dispersión de la energía y por éste motivo la ola acaba por romperse. Lo mismo sucede detrás de los cabos; si el cabo es un acantilado, la ola gira sobre su extremo igual que si fuera en un rompeolas. Si el cabo está prolongogado por rocas más o menos sumergidas, la ola rompe y el resguardo es bueno. Pero si los fondos forman una suave pendiente alrededor de la punta, no existirá ningún resguargo.
En las proximidades de la costa, allí donde la subida de los fondos no es paulatina sino brusca, podemos comprobar que las olas rompen siempre en el mismo sitio formando una barra. Delante de algunas costas esta barra puede llegar a tener una gran longitud, estar muy localizada y formarse a la entrada de un estuario donde la acumulación de los sedimentos aportados por los rios, origina una verdadera subida del fondo marino que las olas no son capaces de cruzar sin romper.
En el caso de dos masas de agua en direcciones contrarias los sedimentos quedan depositados allí donde se encuentran y chocan entre sí formando también una barra, pero mucho más elevada que en el supuesto anterior. Dicha barrera recibe el nombre de "restinga" y dependiendo de las mareas puede quedar a cubierto o verse en superficie. Muchas veces la restinga forma parte de un tómbolo que une, en bajamar, un islote situado en mar abierto con la costa, como por ejemplo el Mont Sant Michel, en la costa de Saint Maló (Francia). Pero no es necesario irnos tan lejos para ver un ejemplo de esto: El islote del Castro, frente a la playa de Covachos (Soto de la Marina), es un buen ejemplo en Cantabria.
Playa de Covachos (Soto de la Marina). La restinga (o tómbolo) une a tierra, en bajamar, la Isla del castro con la costa |
Cerca de la orilla, la influencia del fondo sobre el recorrido de las olas se traduce en una refracción del oleaje de fondo, es decir, un cambio de dirección parecido a la desviación de los rayos ópticos al atravesar medios de índices diferentes. La ola de fondo oblicua va girando de forma progresiva, y las crestas de las olas se van haciendo cada vez más paralelas a la orilla. Para estudiar su recorrido se trazan líneas perpendiculares a las crestas de las olas que se denominan ortogonales de olas de fondo. Para ello se utilizan los modelos de las cuencas así como las fotografías aéreas.
Estas ortogonales aparecen muy juntas delante de las puntas, lo que indica una concentración de energía en ésa zona. Por el contrario, en el fondo de las bahías donde el oleaje se debilita, éstas líneas aparecen muy separadas y sirven para comprender la influencia del relieve marino sobre el estado de la mar.
Pero en fin, todas las olas acaban por morir. Cuando llegan a las aguas poco profundas, el movimiento de las partículas adquiere una forma elíptica y se aplasta. Frenadas por el fondo, las olas disminuyen su velocidad pero se hacen más altas; en el último momento todo transcurre como si el seno anterior de la ola, al encontrarse en aguas menos profundas que el seno posterior, se desplazara con menos rapidez que éste; y en ése momento es alcanzado por la cresta la cual rompe con gran estrépito.
Cuando la ola "siente" el fondo, el movimiento de las moléculas de agua adopta la forma de una elipse |
Puesto que la profundidad de las olas está en función de su longitud, las olas más largas, es decir, las más antigüas, perciben el fondo antes y pueden aumentar enormemente su altura antes de alcanzar la orilla; son las olas más largas y lentas las que originan las resacas más fuertes. El espectáculo de dichas olas que se elevan en vertical, a veces bajo un sol resplandeciente, y que adquieren nuevas formas a la hora de romper, suele ser grandioso. En las costas de pendientes suaves van avanzando durante mucho tiempo casi a punto de romper, aunque sólo lo hacen en las proximidades de la orilla.
Marea de temporal
Frecuentemente existe una ligera diferencia entre el nivel del mar previsto en los cálculos de mareas con los datos que pueden leerse en los mareógrafos. La causa más habitual de ésta diferencia es la presión barométrica. Una situación anticiclónica duradera produce una disminución de la cota (niveles de pleamar y bajamar mas bajos que los previstos); mientras que una situación depresionaria persistente, ocasiona un aumento de la cota que se traduce en unos niveles de pleamar y bajamar más elevados que los previstos.
La presión atmosférica, por lo general, sólo es responsable de pequeñas diferencias (inferiores a 0,30 metros) y a menudo pasan desapercibidas. Por el contrario, cuando el viento y la presión unen sus efectos, se forma una onda solitaria llamada onda de temporal que acompaña a la depresión. Esta onda genera aumentos de cota que sobrepasan con frecuencia el metro de altura. Si el fenómeno coindice con la pleamar en mareas vivas, los resultados pueden llegar a ser catastróficos; el periodo más frecuente de aparición es a finales del invierno, despues de los temporales más fuertes que han dejado sin apenas arena a las playas, por lo que éstas se encuentran mucho más expuestas.
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